A 100 años de la Primera Guerra Mundial, o «Israel, el judío milagroso».

Cien años del fin de la Primera Guerra Mundial. Para mi abuelo, Israel Lapin, era solo el comienzo de su segundo capítulo de guerra, la Guerra civil entre bolcheviques y mencheviques que siguió a la caída del Zar.

Israel Lapin Con un compañero de unidad, 1914

Israel Lapin (de pie) y un compañero de unidad en 1914, antes de partir para el frente.

Su espantosa guerra mundial lo llevó de la mano de ineptos oficiales aristócratas a degolladeros de pobres soldados rusos como él. Su regimiento fué aniquilado una y otra vez , saliendo vivo e intacto de combate en combate en Prusia Oriental. Luego de varias batallas, en las que terminaba con su capota y gorra perforadas de bayonetas, esquirlas y balas, pero siempre sin heridas, sus compañeros de unidades destrozadas y reorganizadas le llamaban el «iudeskiy Chudotvorny», algo así en ruso como «el judío milagroso». Todos se peleaban por lanzarse al ataque a su lado, cerca de él, como si fuera un amuleto, un talismán. Pero ellos recibían ráfagas que los trozaban en pedazos, tiros certeros y explosiones que los llenaban de esquirlas y les hacía volar miembros con su onda expansiva.

Una carga de infantería rusa, a la derecha un grupo de soldados rusos en un vivac en el frente.

 

Escasas son las anécdotas que contó a su hijo menor, Bernardo, que fué el único que quedó en su casa cuando los mayores huyeron del yugo de las máquinas de coser de su taller familiar. No es claro si cayó prisionero en Tannenberg, o en los combates desastrozos de la llamada «Gran retirada rusa» abandonando Polonia y Galitzia en 1915. Solo sabemos que fué enviado con otros prisioneros a minas de carbón del Imperio Austro-Húngaro en algún lugar de Hungría, de donde volvió con la caída del frente oriental por la revolución de octubre de 1917.

Trincheras rusas esperando un ataque. (Izq.) Prisioneros rusos marchando en el barro.

 

Volvió como como un esqueleto andante, aunque joven, a su esposa e hija, pero solo para ser reclutado unos meses después. Existe una foto de él antes de partir al frente con un compañero de unidad del año 1914: joven, de bigotes y cutis moreno, pelo negro, según la tradición familiar con esa genética de los jázaros ( cuzaríes en hebreo). El siguiente documento visual es una foto llegado a Argentina, de su cédula de 1925. En 1920 desertó de la primera camada del curso de oficiales del Ejército Rojo en Frunze, robando una locomotora y cruzando a frontera con su familia adentro, que salieron ilesos de la balacera. Documentos Temporarios polacos hasta Francia, pero esa es otra historia. Cinco años después de sus 2 guerras, ya mejor comido y sin trincheras ni obuses,  la foto de 1925 muestra una persona que escapó a los filos y las esquirlas, pero destrozado por lo que le tocó vivir y sobrevivir. Sus ojos verdes están aún fijos en el horror, y dá vértigo mirar dentro de ellos.

1925, policía federal argentina

Israel Lapin en su foto de cédula de identidad en Argentina, año 1925.

Mi abuelo tuvo una vida de leyenda, experiencias increíbles, y lo que él llamaba en idisch «el Angel Guardián», que lo acompañó en cada combate y situación de peligro, que fueron muchas, ya que sus guerras comenzaron en 1914 y culminaron recién en 1920. Llegará la hora de escribir su odisea, pero por ahora, a cien años del fin de esa primera hecatombe del siglo XX, me dedico a recordar a los millones de víctimas de esa carnicería. Los sobrevivientes incluídos. Una mirada a ese joven padre y esposo, que recibió un aviso de huir de Europa antes de que llegara la verdadera guerra, en boca de un viejo general ruso, una guerra «que en comparación esa primera guerra, sería como un juego de niños al lado del desastre en camino».

 

ene 71 (1)

Con el abuelo Israel y mi padre en su calle, Aguirre 940, en enero de 1971.

 

Generaciones de Lapines le debemos mucho a este anónimo general ruso, prisionero de los bolcheviques, así como al bendito «Angel Guardián». Abuelo Israel (z»l), combatiente muy a tu pesar, te recuerdo hoy junto a tus amigos y camaradas, generación de las dos hecatombes del siglo XX.

 

Ricardo Lapin © 2018- Todos los derechos reservados.

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